Hay algunos órganos que no se trasplantan por varias razones, principalmente porque no son esenciales para la vida o porque el hecho de realizar el trasplante supone un riesgo mayor que dejar el órgano deteriorado o extirparlo.
En primer lugar tenemos a la vesícula biliar, un órgano encargado de almacenar bilis, un fluido sintetizado por el hígado y dirigido al intestino delgado para ayudar a la digestión. Por lo tanto, como podemos ver, es un órgano que hace nuestra vida más fácil, pero no es esencial.
Teniendo esto en cuenta, cuando falla este pequeño órgano situado bajo el hígado, los médicos lo extirpan pero no lo remplazan porque no compensan los riesgos. Además, después de someterse a un trasplante los pacientes deben tomar de por vida medicación para evitar que el nuevo órgano sea rechazado por el cuerpo.
Además de estos órganos, hay otras estructuras anatómicas que tampoco pueden ser trasplantadas como la cabeza o la retina. La principal dificultad para el trasplante de cabeza sería conectar el cerebro con la médula espinal, su éxito supondría una gran ayuda para las personas con demencia o con esclerosis múltiple. La retina consta de muchas conexiones de células nerviosas, por lo que actualmente es imposible abordar un trasplante de una estructura neurológica tan compleja.
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