La historia del trasplante de hueso se remonta a finales del siglo XIX con los trabajos de MacEwen, quien en 1879 utilizó un fragmento autólogo tibial para tratar una pseudoartrosis infectada en el húmero de un niño.
A partir de ese momento, se empezaron a utilizar fragmentos procedentes de osteotomías o amputaciones, hasta que Josef Horak en 1914 fue el primer cirujano que publicó el uso de hueso procedente de un cadáver para reconstruir una resección de un sarcoma. En su publicación ya habla de que es necesario que el recién muerto (el donante) esté completamente sano y no contenga ninguna sustancia infecciosa que pueda pasar al receptor. No obstante, algunos especialistas como el profesor Mankin atribuyen este invento a San Cosme y a San Damián quienes, varios siglos antes, implantaron la pierna del cadáver de un africano a un blanco que había sufrido una amputación traumática.
En España Sanchis Olmos creó el primer banco de huesos en una época en la que nadie apostaba por ellos. Los principios de los bancos de huesos se plantearon ante los retos de las cirugías reconstructivas, y entre ellas la tumoral. Hoy son más de 80 los bancos de huesos reconocidos en nuestro país.
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